Lima la horrible (1964)
Sebastián Salazar Bondy
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      VII. EL DESIERTO HABITA EN LA CIUDAD
 
Y no es enteramente el recuerdo de sus antiguos terremotos, ni la sequedad de sus cielos áridos, que nunca llueven; no son estas cosas las que hacen de la  impasible Lima,  la ciudad  más triste
y extraña que se pueda imaginar.  Sino que  Lima
ha tomado el velo blanco, y así acrecienta el horror de la angustia.

                                         HERMAN MELVILLE
                                    (Moby Dick, cap. XXVIII)
 
 
 
Imaginad un desierto de arena que se extiende a lo
largo del océano por más de dos mil millas; a la mitad de esta
escuálida costa imaginad un oasis de una cincuentena de kilóme-
tros, rico en la más lujuriosa vegetación tropical, y en medio de este
oasis una metrópoli incierta, risueña, civilizadísima, aunque aislada
del mundo
(A. Barazzoni): así veía Lima, en síntesis sumaria, un
viajero italiano de 1931. Sin duda aquella lujuriosa vegetación
tropical
la fraguaron sus ojos con la multiplicidad florida -todo el
año la humedad del aire ensaya en Lima renuevos de flores-, y la
condición civilizadísima de la capital peruana la dedujo el foras-
tero del buen trato que mereciera por parte del grupo social del
cual fue huésped, pero descontadas estas dos gentiles y muy
meridionales exageraciones, la descripción panorámica es justa.
Pero ninguna ciudad es únicamente su marco geográfico ni
simplemente su paisaje urbano, sino sus gentes, y si el primero es
prácticamente inconmovible y actúa sobre la materia humana
modelándola mediante prolijos golpes, el segundo es como una


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